For the classroom, it provides much food for thought as it has stirred up some really deep thoughts and strong emotions, in response. N.B. The movie on Netflix is in Spanish and has English subtitles. Roma recently won the Golden Globe Award for best director and best foreign film. It's clearly cinema at its very best. Congratulations to director, Alfonso Cuarón, for this outstanding achievement.*
You can catch up on much of the present conversation by doing the following:
Check out Time.com Magazine's coverage that includes an excellent movie trailer titled, The Real History Behind the Movie Roma by Alejandro de la Garza.
Check out this equally poignant and powerful movie critique by Joseph M. Pierce titled, "Roma is a beautiful film of Indigenous erasure."
Finally, read this exquisite, beautifully-written piece by Historian Dr. Enrique Krauz. If you don't read Spanish, it's worth Google translating it. I did so myself and found the translation to be decent.Roma has a slow start, but do stick with it as it definitely touches a raw nerve on the structure of race/indigenous, class, gender hierarchy in Mexico with a focus on life in Colonia Roma located in Mexico City largely through the eyes of "Cleo," played by indigenous actress Yalitza Aparicio, a servant who works in the home of a wealthy family.
At least five 20th century, former presidents of Mexico emanate from this colonia, or neighborhood, namely, Álvaro Obregón, Luis Echeverría, José López Portillo, and Miguel de la Madrid. The standpoint portrayed herein thusly has enormous implications for Mexican politics, economy, and society as Krauz' piece suggests.
Five stars! I highly recommend.
-Angela Valenzuela
*Alfonso Cuarón Orozco is a Mexican film director, screenwriter, producer, and editor. He is best known for his dramas Y Tu Mamá También and Roma, the fantasy film Harry Potter and the Prisoner of Azkaban, and the science fiction thrillers Children of Men and Gravity. WikipediaBorn: November 28, 1961 (age 57 years), Mexico City, MexicoNationality: MexicanPartner: Sheherazade Goldsmith (2011–)Spouse: Annalisa Bugliani (m. 2001–2008), Mariana Elizondo (m. 1980–1993)Awards: Golden Lion, Academy Award for Best Director, MORE
‘Roma’: una historia de amor y servidumbre
Carlos Somonte/Netflix vía Associated Press
Las reverberaciones históricas y míticas de ese hecho han estado presentes a lo largo de los siglos, imprimiendo en la vida diaria una violencia abierta o latente, nunca resuelta.
En Roma, sin embargo, ese conflicto se atempera porque la familia no es nuclear: es un nosotros en el que participan mujeres venidas de muy lejos y de muy atrás, indígenas mexicanas que desde tiempos inmemoriales acompañan la vida de los otros, criollos de la ciudad, con una fidelidad que conmueve pero que también desgarra porque es un vestigio de la vida colonial en las haciendas mexicanas.
Aunque generaciones enteras vivieron una infancia como la que evoca Cuarón en Roma, solo él la ha llevado al cine. Es una obra íntima y personal, pero es mucho más. Es el relato realista de una clase social privilegiada que tiene una enorme deuda de desigualdad social, racial y de género con el México campesino e indígena. Es el retrato de una efervescencia política que dio inicio en la década de los sesenta y setenta y que aún no cesa. Y también, es un viaje proustiano, una vuelta al origen.
La colonia Roma, escenario de la película, es un espejo del desarrollo social y la cultural urbanos en el México del siglo XX. Se creó en 1903, al sur del viejo centro colonial de la capital, en terrenos desecados del legendario lago de Texcoco. Con sus palacetes art nouveau, sus plazas apacibles y camellones arbolados, era un emblema de la pax augusta que México creía vivir bajo el régimen de Porfirio Díaz.
Vecina de la Roma, al poniente, nacería poco después la colonia Hipódromo Condesa, famosa por haber albergado el hipódromo donde las familias de aquella exigua y ridícula aristocracia criolla de principios de siglo se imaginaban en el hipódromo parisino de Auteuil. No se veían indios con su típico calzón blanco en esas colonias. El calzón blanco estaba más bien en las haciendas, no en la ciudad.
La Revolución mexicana subvirtió ese orden y, tras una violentísima guerra civil, los nuevos gobiernos pusieron en el centro de la acción pública al México pobre. Al paso de las décadas, ese esfuerzo menguó y muchos campesinos e indígenas no tuvieron más remedio que migrar a Ciudad de México en busca de empleo, ellos en las fábricas, ellas en el servicio doméstico.
La vieja burguesía emigró también de la Roma, su colonia parisina, a zonas más apartadas de la ciudad, abriendo paso a políticos y empresarios, profesionistas y burócratas: los beneficiarios del nuevo orden. La Roma renació, la Hipódromo se expandió. Surgieron hermosos parques, casas y edificios de estilos eclécticos, iglesias neogóticas.
El cineasta mexicano Alfonso Cuarón le da indicaciones a la actriz Yalitza Aparicio. CreditCarlos Somonte/Netflix vía Associated Press |
El
cineasta mexicano Alfonso Cuarón le da indicaciones a la actriz Yalitza
Aparicio. CreditCarlos Somonte/Netflix vía Associated Press
Alfonso
Cuarón nació en 1961 en
la Roma, yo en la Condesa. Mi historia comenzó catorce años antes, pero es tan
típica como la suya. Es la historia de la clase media urbana mexicana. Nuestra
casa tenía un diseño llano y funcionalista, con toquecillos art decó en
sus herrerías geométricas. La sala, el comedor y la cocina en la planta baja y
las recámaras de los padres y los niños (mi hermano, mi hermana y yo) en la
parte alta. En el mezzanine, descanso de la escalera de granito,
estaba la televisión (en blanco y negro), pero los sonidos de nuestro mundo
eran otros. Adentro, los de la radio. Afuera, por las mañanas, las de los
“ropavejeros”, los “afiladores”, los atávicos vendedores que recorrían las
calles de México voceando sus servicios. Todo era como en el México que Cuarón
retrata en Roma.
Nuestra
familia, como la de Cuarón, tenía otros rostros, otras presencias tutelares.
Del patio trasero subía la escalera al cuarto de las trabajadoras del hogar,
“las muchachas”. Hay muchas formas de llamarlas, todas —por desgracia—
reminiscentes de la hacienda y del calzón blanco: el servicio, la servidumbre,
las criadas.
En
mi casa trabajaban dos mujeres. Petra, la “nana” de mis hermanos, y Raquel, su
sobrina. Venían del mismo pueblo. Se repartían el trabajo: cocinaban, “hacían
las recámaras”, fregaban los pisos, iban al “mandado” (al mercado), lavaban,
tendían y planchaban la ropa. Vigilaban nuestro reloj vital. Eran las relatoras
de cuentos, las guardianas de la fe, las confidentes, las cantantes. No eran
indígenas —como Adela y Cleo, la dulce y estoica mixteca de la película de
Cuarón—, eran mestizas pero pronunciaban palabras en náhuatl, y hasta su
escritura tenía la caligrafía del México colonial.
Un escena de "Roma" Credit Carlos Somonte/Netflix vía Associated Press
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En
1970 y 1971, los años que Cuarón recrea en Roma, la colonia era un
laboratorio de convivencia real, no idealizada, con sus colegios de excelencia
y sus cabarets y prostíbulos. Recorrer de nuevo esas calles es habitar
varios tiempos históricos, no solo por su arquitectura sino por su gente:
Juanita, la del puesto de periódicos, la señora de la miscelánea o la farmacia,
la de la fonda o el cine Gloria. No es casual que en esa colonia hayan
vivido tantos escritores y artistas, mexicanos y extranjeros. En un extremo
de la Roma, en el viejo pueblo de “la Romita”, Luis Buñuel filmó varias
secuencias de Los olvidados.
Los
personajes de Buñuel eran niños callejeros, abandonados por el padre fantasmal,
cuya vida nómada dependía de una madre que finalmente sucumbe a la desesperación y la
tragedia. Los niños de Cuarón enfrentan un destino menos cruel. Caminan
lejos de la violencia que periódicamente ensangrienta el paisaje mexicano. Pero
en sus vidas hay un vacío similar, el
del padre, y una luz parecida, la de la madre. En Los olvidados, la
madre encarna esa palabra mágica de mil usos que, como escribió Octavio
Paz en aquel libro, está en el centro del habla mexicana: la
chingada. Es la víctima
inerme del macho atrabiliario, la hollada, le hendida, la vencida, la
vejada, la abandonada, la desamparada. En Roma,
la chingada se desdobla: la señora de la casa y la
trabajadora del hogar. Ambas sueñan pero sus sueños son distintos. Sofía,
la madre de la familia, sueña en su alcoba con la armonía conyugal y familiar.
Cleo, en la azotea de la casa, entre la ropa tendida y el paisaje limpio
de la ciudad, sueña con el amor de su novio. Los sueños se trastocan
en pesadilla. A ambas mujeres las chingan sus hombres,
violentos y pretenciosos, cada uno a su manera.
Pero
ellas no sucumben. En cierta forma, su hazaña de supervivencia las convierte
de chingadas en chingonas, no porque vejen a
nadie: porque unidas se salvan.
La
escena emblemática de la película es el abrazo de los cuatro hijos y Sofía
con Cleo, entre las olas encrespadas del golfo de México. Más que un
abrazo es un árbol de brazos, un árbol sacramental. Es el árbol de la familia mexicana. Los niños crecerán en
el México políticamente convulso de
los setenta que se insinúa en la película, con las protestas
estudiantiles ante el sistema político del
Partido Revolucionario Institucional (PRI), corrupto y anquilosado. Pero
tendrán el amparo de las mujeres providentes.
En una de las escenas de la película de Cuarón, la familia se une en un abrazo Credit Carlos Somonte/Netflix vía Associated Press |
¿Saldrá adelante Cleo? ¿Formará
su propia familia? Una cosa está clara: nadie la chingará más.
Liboria Rodríguez, Libo, la mujer real que crió a Cuarón y le
inspiró Roma, seguro estará complacida del reciente laudo de la Suprema Corte de Justicia de la Nación otorgando
—con retraso de siglos— plenos derechos laborales a empleadas del servicio
doméstico, como ella.
Sofía saldrá adelante, y uno de
sus hijos recreará libremente en el cine, medio siglo después, ese milagro
que fue la presencia de aquella indígena que melló con puro amor los filos
brutales del verbo más terrible de la vida mexicana: el verbo chingar.
Enrique Krauze es historiador, editor de la revista Letras Libres y autor de "El pueblo soy yo". Es también colaborador regular de The New York Times en Español.
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